Lo tiré todo.

13:11


Llevaba tiempo pensando en la posibilidad de leerme todos aquellos libros que había empezado y nunca había terminado, o ni siquiera había tocado y simplemente estaban juntando polvo en la repisa desde tiempos inmemorables. 
Y mientras los cogía y los apilaba en mi escritorio hice algo que prácticamente nunca había hecho.
Cogí una bolsa y tiré un tercio de las cosas que tengo en mi habitación.


Debo admitir que mi habitación tiene de todo y soy de estas personas que no tiran nada
Al haber vivido en bastantes sitios, guardo muchos recuerdos de cada rincón y me cuesta despegarme de entradas de cine, peluches, libros... 
Cualquier cosa que me recuerde a otra época, otra ciudad, son como pequeños tesoros para mi que nunca he tirado. 
Pero recuerdo a recuerdo, objeto a objeto he ido convirtiendo mi habitación en una especie de almacén del pasado sin dejar espacio a la simpleza, al presente.


Últimamente he estado leyendo libro que hace un año cogí con cierto escepticismo y lo dejé de lado, llamado El poder del ahora
Es de esos libros que tienen que venirte a ti en una época en concreto, en un momento de tu vida que solamente tú podrías entender. Además, soy muy escéptica y no creo ni en la energía, ni en la iluminación ni en ninguna de estas cosas, así que me leo el libro con pinzas, peeeeero he aprendido a aprender de este libro. Y así ha estado algunas semanas, acompañándome en desayunos soleados y en noches turbias. 
No voy a hacer ninguna especie de valoración sobre el libro, pero básicamente nos explica cómo el mecanismo de la mente humana hace que nos anclemos en el pasado y nos proyectemos en el futuro olvidándonos del presente. Y qué razón tiene.


Y allí estaba yo, con cientos de papelitos sobre las cafeterías que había ido en Tallin, los peluches que me habían conseguido en ferias, los libros que me gustaban cuando tenían siete años... 
Pero  tanto recuerdo no me dejaba ver qué podía serme útil en el presente en mi habitación. 

Me costaba diferenciar aquellos libros que podría leerme en una tarde aburrida, o aquellas libretas que estaban a medio escribir y podía reciclar para nuevos proyectos. Y eso, inconscientemente, había hecho que me apartara de este sitio, pues era un recargado almacén que estaba lejos de hacerme sentir presente.


Siempre que veía un papel, un peluche, un lápiz, una fotografía me apegaba a ella. Cuando barajaba la posibilidad de tirarlo/donarlo me venían a la mente miles de recuerdos rodeando a ese objeto prefabricado y hecho con meros fines comerciales. 
Joder, es que esa entrada fue del mes que empezamos a salir. 
Madre mía, es que esa cafetería de gatos en Bruselas era la hostia.
Cielo santo, es que no me puedo creer que este folleto de Suiza tenga ya cinco años, me acuerdo que fue cuando empecé a sacar fotos de las mon-

STOP.



Tenemos que darnos cuenta de que lo más importante de los objetos es cómo nos proyectamos en él. 
Al tangibilizar nuestros recuerdos y pensamientos, estamos dándole un valor a un producto que por si mismo no lo tiene. 
Probablemente tú me enseñarás el billete de avión con el que te fuiste a ver a tu primo de Cuenca y a mi no me importe. 
Probablemente yo te enseñe la chapita que encontré en un bus en Amsterdam y a ti te de igual.


Y nos da miedo. Nos da miedo tirar las cosas porque inconscientemente sentimos que estamos tirando esos recuerdos, que se nos van y se desvanecen con el objeto que relacionamos. Sentimos como que rechazamos el pasado, evidenciamos que esos momentos, risas, alegrías y segundos inestimables ya son parte del ayer y nunca volverán.

Pero seguir rechazando la realidad, seguir viviendo en el pasado hará que nunca abramos lugar al presente. 
Nunca me vino mejor la expresión inglesa 'Room for improvement', porque literalmente, estaba creando habitación para mejora. (Se que ese no es el significado real de la expresión, amigos angloparlantes, estaba simplemente hablando de la dualidad de la expresión. Sorri mai friends.)



Y dicho esto tiré cosas. Y vacilé en tirar muchas otras. Y me despedí de aquel libro con el que lloré cuando era pequeña, o aquel cómic que simplemente nunca me hizo gracia. Mire ese peluche que tanto me recordaba a nuestros momentos, tiré con rabia todos esos mapas donde planée viajes que podrían haber sido y nunca fueron, y destrocé todas aquellas garantías de mis objetos electrónicos de hace 5 años porque Dios sabe por qué todavía los tenía guardados.

Y me despedí, en cierta manera, de todos esos recuerdos. Porque estaba muy agradecida que hayan pasado por mi vida, pero era hora de avanzar.


“Life can only be understood backwards; but it must be lived forwards.” ― Søren Kierkegaard





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