Cafeterías. Aquél paraíso.
08:10![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_iF9puPv-hHLjQazDTnMGoGWFW1hJ-IUQ34TK5uG6tEGNGZnY22hH8EZsJ2OjycuL5rhlWjtL8g_WVjQ9mAZFpCTcN9Uic_3P2XjEyjVXznMrRtB1q7bQMwMCSI6yGwcJazy6PAvMziV8/s640/Bxl-136.jpg)
Cuando era pequeña odiaba el café. Me parecía asqueroso como ahora me parece asqueroso por ejemplo el whisky o el vino. Ni el café con leche con diez mil terrones de azúcar, ni el café hecho con lágrimas de unicornio. Simplemente no me gustaba.
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Un día estando en una cafetería con mis amigas, decidí probar el café bombón (Leche, café y leche condensada) que siempre se pedía mi amiga Laury y me gustó. Probablemente porque todo está un poco más bueno con leche condensada.
Ahora, no me voy a dar aquí de experta del café. No se diferenciarte un buen café de uno malo ni soy de la que aprecia cada semillas tostadas y molidas de los frutos de la planta de café. No. Lo que más me gusta del café es el ambiente que lo rodea. El quedar con los amigos en un lugar acogedor, calentito y familiar para simplemente hablar sobre cotilleos, secretos y en definitiva muchas risas. Y supongo que es eso a lo que me he hecho adicta.
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